Regreso ao meu labor de rescate dos artigos de Vicente Risco espallados pola prensa galega do século XX. Non está de máis insistir na diversidade de terreos polos que Risco amosou interese durante toda a súa vida: a filosofía, a relixión, a historia, etc. Tamén a arte e mesmo o cinema chamaron a súa atención. En abril de 1955 unha das súas Horas trataba sobre unha exposición de pintura italiana que tiña lugar en Barcelona.
PINTURA ITALIANA
Hay una exposición de pintura italiana actual, en Barcelona. He visto algunas fotografías: Modigliani, De Chirico, Campigli y un surrealista cuyo nombre no recuerdo. Es de ley —de mi ley— mencionarlos por este orden.
Modigliani está muy bien. Hace gentiles figuras, largas, graciosas, infantiles en apariencia, con una delicadeza muy depurada por dentro, bastante adelantadas en la estilización. Me gusta, aunque no tanto como dicen.
Giorgio de Chirico, a primera vista, me fastidiaba por un geometrismo, una lisura y unas arquitecturas frías, que me dejaban helado. No veía allí más que volumen y estereotomía. Después me di cuenta de las sombras que, de aquellos edificios como cajas de almidón, caían sobre las lisas plazas solitarias. Sombras de un sol que parecía luna. Y me impresionaron aquellas plazas en soledad, aquellas plazas desiertas, en las que, a veces, para acentuar más la soledad, aparecen una o dos figuras humanas, que proyectan largas sombras, parecen ciudades abandonadas, con casas recién construidas. Aquellas figuras humanas andan por allí perdidas, sin saber a dónde dirigirse. Naturalmente, aquello impresiona. A veces, hay extraños monumentos, pintados de colores vivos. Todo italianísimo, todo clásico, todo fantasmal.
Entonces, me dediqué a dibujar cuadros de Chirico, inventados por mí. Los que los vieron, dijeron que eran copiados.
Campigli sorprende la primera vez, pero después es siempre igual. Está muy bien, en el sentido de que yo tengo dibujos infantiles iguales a las figuras de sus cuadros. Por otro lado, recuerda a aquel viejo que se vistió de niño para engañar a la Muerte, y la Muerte llegó y le preguntó:
—¿Quen te rapou, meu vello?
—O papá.
—Pois que fose o papá, que fose a mamá, anda pr'acá.
Sin embargo, debo estar equivocado. Por lo cual, será mejor no decir nada... Sin embargo, había unas "Mujeres meditando", que me gustaron.
El surrealista aludido pintó un cuadro caricaturesco, con una familia en la cual las caras estaban descompuestas, aunque acaso, en realidad, fueran muy felices. Vaya usted a saber. Porque, claro, cada uno es cada uno. Estas frases hechas, que empleamos tantas veces, al decirlas, parece que no dicen nada, y sin embargo, quién sabe. Habrá que volver a leerlas dentro de ocho días.
Y no vi más.
La Región, 16 de abril de 1955.
(Na imaxe Piazza Italia, de 1915. Giorgio de Chirico.)
Hay una exposición de pintura italiana actual, en Barcelona. He visto algunas fotografías: Modigliani, De Chirico, Campigli y un surrealista cuyo nombre no recuerdo. Es de ley —de mi ley— mencionarlos por este orden.
Modigliani está muy bien. Hace gentiles figuras, largas, graciosas, infantiles en apariencia, con una delicadeza muy depurada por dentro, bastante adelantadas en la estilización. Me gusta, aunque no tanto como dicen.
Giorgio de Chirico, a primera vista, me fastidiaba por un geometrismo, una lisura y unas arquitecturas frías, que me dejaban helado. No veía allí más que volumen y estereotomía. Después me di cuenta de las sombras que, de aquellos edificios como cajas de almidón, caían sobre las lisas plazas solitarias. Sombras de un sol que parecía luna. Y me impresionaron aquellas plazas en soledad, aquellas plazas desiertas, en las que, a veces, para acentuar más la soledad, aparecen una o dos figuras humanas, que proyectan largas sombras, parecen ciudades abandonadas, con casas recién construidas. Aquellas figuras humanas andan por allí perdidas, sin saber a dónde dirigirse. Naturalmente, aquello impresiona. A veces, hay extraños monumentos, pintados de colores vivos. Todo italianísimo, todo clásico, todo fantasmal.
Entonces, me dediqué a dibujar cuadros de Chirico, inventados por mí. Los que los vieron, dijeron que eran copiados.
Campigli sorprende la primera vez, pero después es siempre igual. Está muy bien, en el sentido de que yo tengo dibujos infantiles iguales a las figuras de sus cuadros. Por otro lado, recuerda a aquel viejo que se vistió de niño para engañar a la Muerte, y la Muerte llegó y le preguntó:
—¿Quen te rapou, meu vello?
—O papá.
—Pois que fose o papá, que fose a mamá, anda pr'acá.
Sin embargo, debo estar equivocado. Por lo cual, será mejor no decir nada... Sin embargo, había unas "Mujeres meditando", que me gustaron.
El surrealista aludido pintó un cuadro caricaturesco, con una familia en la cual las caras estaban descompuestas, aunque acaso, en realidad, fueran muy felices. Vaya usted a saber. Porque, claro, cada uno es cada uno. Estas frases hechas, que empleamos tantas veces, al decirlas, parece que no dicen nada, y sin embargo, quién sabe. Habrá que volver a leerlas dentro de ocho días.
Y no vi más.
La Región, 16 de abril de 1955.
(Na imaxe Piazza Italia, de 1915. Giorgio de Chirico.)
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