24 mar 2008

A lonxa dos comics

Ourense nin ten mar nin ten peixe, pero si tivo unha lonxa un pouco especial. Na confluencia da rúa Lamas Carvajal e os xardíns do Padre Feixoo, xusto diante do quiosco de "La Viuda" había a mediados do século pasado unha verdadeira lonxa de compra e venda de comics e cromos. O máis destacado reporteiro daquela época, Francisco Álvarez Alonso, dedicou en marzo de 1954 a súa columna de La Región a este lugar que moitos ourensáns aínda hoxe lembran.

SOBRE LA MARCHA

La lonja de los "chistes"

Uno de los espectáculos más curiosos de las mañanas domingueras de nuestra ciudad, es el que forman esos grupos de niños que se reúnen a la entrada de la calle de Lamas Carvajal —frente al puesto de venta de periódicos de la "Viuda de Lisardo"— para intervenir en el mercado de los "chistes" y de los cromos, al que se entregan con verdadero apasionamiento. Son muchos, a veces en número superior al de ciento, y su presencia da lugar a saladísimas escenas que, de ser recogidas en toda su "salsa", reflejarían, sin duda alguna, el carácter y el ingenio del niño orensano en esa edad que va desde los ocho años hasta los trece o catorce.
El domingo último el "mercado" estaba bastante animado. A eso de las doce y cuarto los grupos discutían las cualidades de los diversos "artículos" y la ley de la oferta y la demanda jugaba allí un particularísimo papel. Había caras para todos los gustos: vivas, sagaces, despiertas, abatidas, tristes, melancólicas...
Uno gritaba a todo pulmón:
—¡Tengo cromos del "Coyote"!...
Otro lanzaba a los cuatro vientos este desafío:
—¿Quién me cambia los del "Guerrero" o los de "Tony"?
Ese "los" tan impersonal no era ningún misterio. Estaba a la vista de quien tuviera interés por saber de qué se trataba. Debajo del brazo, el oferente llevaba, doblados por la mitad, veinte, treinta, yo qué sé cuántos pequeños cuadernillos en octava con las cubiertas llenas de dibujos llamativos, que solo esperaban la señal del posible cambista para ir pasando uno tras otro por las manos del propietario.
Un tercero, en fin, chillaba:
—¡Vendo cromos de "Bill, el niño"!
Entonces, como mariposas atraídas por la luz de una bombilla, toda una serie de cativos se apelotonaba en torno al que había dado la voz y, como en un conciliábulo de pequeños gnomos, iniciaban un mutuo cambio de impresiones, del que solamente se escuchaban unos débiles bisbiseos, ininteligibles para quien no estuviera en el secreto del lenguaje de la "lonja".
Yo cogí a dos de ellos y quise saber algo acerca del funcionamiento de esta "bolsa" del "chiste".
—¿A cómo vendéis cada uno de esos cuentos?
—No, señor, no los vendemos. Solo venimos aquí para cambiarlos.
—¡Dígale que no, que éste le es un trampón! También los vendemos, solo que muy baratos.
—¿A cuánto?
—Depende. Unos a real, otros a peseta, otros a dos pesetas...
En un grupo contiguo al nuestro se había originado una pequeña discusión. No sé cómo fue el principio ni por qué se inició. El caso es que, de pronto, una voz llorona se levantó entre los presentes, para decir, en son de pequeña protesta:
—¡Anda, atrévete! ¡A ver si eres capaz de tocarme!
El antagonista de aquella voz era un muchacho de fuerte complexión. No pasaría de los doce años. Crispó los puños con violencia y, por un instante, creí que iba a aceptar el reto. Pero entonces ocurrió un hecho insólito. Un ser minúsculo, casi imperceptible, se acercó al que llevaba las apariencias de convertirse en "matón" y, encarándose con él, le reconvino:
—¡Abuseta! Deja al chico en paz. Tú tócale, que ya verás lo que te pasa.
El otro lo miró con desprecio, con el mismo desprecio con que se mira al perro que ladra mucho detrás de una verja cuando pasa uno por delante.
—¡Caray! ¡Qué miedo me das! Ni que fueras "El Coyote".
—Tú, métete, si eres hombre.
Hubo un breve amago de pelea, pero la cosa no pasó a mayores. Los dos contendientes todavía se dijeron algo en tono fuerte y hasta se oyeron palabras tan duras como "tortazo", "paliza" y "metido". Luego se separaron y cada cual se incorporó a otro de los grupos ya constituidos.
Mis pequeños confidentes no se habían separado de allí. Quizá esperaban que yo me convirtiese en un buen cliente.
—¿Cuántas horas dura esto?
—Nosotros estamos aquí hasta después de la una. A veces hasta cerca de las dos.
—Pero es mucho tiempo.
—Es que muchas veces hay que esperar a que salgan los de las "cataquesis".
—¿Estudiáis?
—Sí señor. Yo llevo el segundo año del "Bichiller".
—Y yo el primero.
—¿Y no os impide estudiar el leer estas cosas?
Ellos no responden. Se miran con cierto arrebolamiento y bajan la vista.
—¿Qué cuentos son los más caros?
—"El pequeño luchador", 1,50; "El aventurero", 3 pesetas; "Florita", 2; "Jaimito", 1,50.
—¿Y los más emocionantes?
—"Pachón", "Aventuras del F.B.I." y "El Cachorro".
—¿Los de la guerra de Corea, no?
—¡Bo! Esos son de propaganda.
—¿Cómo de propaganda?
—Sí, señor. Siempre ganan los americanos.
Y me voy, porque, de seguir allí, creo que en vez de como periodista voy acabar preguntando como simple mortal.

F. ÁLVAREZ ALONSO

La Región, 30 de marzo de 1954.



(Na imaxe superior un detalle do Fauno con moucho de Xaime Quessada, escultura erixida no lugar en lembranza da antiga "lonxa". Na imaxe inferior a portada dun exemplar de "Florita", un dos comics de máis éxito da época.)

1 comentario:

Ánxelis dijo...

A lonxa prolongou a sua existencia, mudando os seus postos, cara a Praza Maior, eso si foi deixando o troco de comics, e pasou a ser somentes de cromos,mais a diante e promovida polo cambio de situación do posto de periodicos que ali estaba, foise cara os xardinillos do Bispo Carrascosa (Concepcción Arenal9